La Orquesta Sinfónica Nacional de Perú inicia una nueva temporada anual en el Gran Teatro Nacional con un concierto dedicado exclusivamente a la música cusqueña, rindiendo un merecido homenaje a importantes compositores nacidos en esta ciudad en los últimos cuatro siglos. El concierto es este jueves 6 de febrero, a las 8:00 de la noche, bajo la dirección del maestro Theo Tupayachi (invitado especial) y la participación estelar de María Jesús “La Misky” Rodríguez, la soprano Sylvia Falcón y el Coro Nacional de Niños.
Iniciando su Temporada Internacional 2020, la primera agrupación musical del país, liderada por su director titular Fernando Valcárcel, propone al público una cronología de la evolución que ha experimentada la música cusqueña desde el siglo XVI hasta finales del XX, interpretando himnos quechuas y piezas clásicas contemporáneas consideradas indispensables en el cancionero universal.
Los asistentes disfrutarán con las suaves melodías de “Qanmi Dios Kanki - Hanaq Pachaq Kusikuyinin” (1631) de Luis Jerónimo de Oré y Juan Pérez Bocanegra, “Ollantay - Canto de las Ñustas” de Leandro Alviña Miranda y Manuel Monet, “Inti Raymi” de Roberto Ojeda Campana, “Corpus del Cusco” de Baltazar Zegarra Pezo, “Cusco eterno” de David Rozas Aragón y “Saqra”, danza tradicional de Paucartambo.
También se incluirán las obras “Yaraví y Kashua” de Francisco González Gamarra, “Qorikancha”, “Vilcanota” y “Kukulí” de Julio Armando Guevara Ochoa, y la célebre “Valicha” de Miguel Ángel Hurtado Delgado, piezas aplaudidas en prestigiosos escenarios del mundo.
Himnos en quechua. Estos temas constituyen una expresión del cristianismo andino, muy popular durante la Colonia, frecuentes principalmente en las misas. Por ejemplo, la elevación de la hostia y el cáliz consagrados se celebraba con el “Qanmi Dios Kanki”, compuesto por el franciscano huamanguino Luis Jerónimo de Oré. También existían textos propios de las misas que se cantaban en quechua, básicamente en el Kyrie, el Ofertorio y el Sanctus.
Pero la ejecución de himnos quechuas no se limitaba a las ceremonias litúrgicas. Era obligatoria además en procesiones, fiestas patronales y santuarios. Hay extensos repertorios dedicados a la Virgen María, al Señor crucificado (Señor de Huanca, Señor de Koyllur Riti, y Señor de los Temblores) y a la Pasión de Cristo, demostrando que existía una variedad de piezas establecidas de acuerdo al contexto o uso particular.
“El uso del quechua en la liturgia y la paraliturgia católica es una práctica dinámica y heterogénea, no una reliquia del pasado… atraviesa diferentes sectores sociales” (Pilco Paz). Para millones de peruanos, el quechua es nuestro idioma materno, símbolo de la intimidad y familiaridad, con fuerte carga emocional y un valor emblemático de identidad.
Huayno de mis amores. Con el paso del tiempo, el huayno se convirtió en la expresión característica de Cusco y, probablemente, de toda la sierra peruana. Con evidentes raíces pre-hispánicas, es un género que encierra música, poesía y baile. El huayno cusqueño posee libertad métrica y un contenido poético melancólico parecido a los tristes yaravíes. Los huaynos de las zonas rurales y urbanas están vinculados con la qhaswa, otra expresión musical de origen prehispánico que utiliza instrumentos rítmicos como tambores y tinyas. Entre sus compositores más destacados tenemos a Roberto Ojeda Campana (1895–1983), Juan de Dios Aguirre (1879-1963), Baltazar Zegarra Pezo (1897–1967), Francisco Gonzales Gamarra (1890-1972) y Armando Guevara Ochoa (1926-2013).
Es preciso resaltar la popularidad del huayno “Valicha” de Miguel Ángel Hurtado Delgado, considerado como “segundo himno folclórico del Cusco”. Valeriana Huillca fue la musa inspiradora cuando tenía 18 años. Ella falleció a los 101 años en Acopía, con ceguera.
4 grandes de la música cusqueña
En los últimos cien años, cuatro son los compositores que han contribuido a que las melodías andinas se encuentren con moldes de la música culta occidental propiciando un mutuo enriquecimiento. Ellos son Roberto Ojeda Campana, autor de más de 300 piezas musicales; Juan de Dios Aguirre, creador de varios dramas en quechua; Baltazar Zegarra Pezo, quien dejó el vals “Punchaynikipi” como un ejemplo de sincretismo musical entre la melodía indígena y la composición occidental; y Francisco González Gamarra, dueño de obras corales, suites y piezas pentafónicas. A ellos podría sumarse Armando Guevara Ochoa, violinista, director y compositor de la "Sinfonía Túpac Amaru".
Algo más de... Francisco González Gamarra nació en Cusco el 4 de junio de 1890 en el seno de una familia de artistas. Destacó como dibujante, pintor, pianista y escritor. Desarrolló su talento desde niño en el Colegio Americano y luego en la Universidad San Antonio Abad. En 1910 ganó el Concurso Nacional de Caricaturas organizado por la revista Variedades y se trasladó a Lima para estudiar en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha paseado su talento por Estados Unidos y Europa, recibió la “Orden del Sol” en 1928 y dirigió la Escuela Nacional de Bellas Artes en 1949. Falleció en Lima el 15 de julio de 1972 a los 82 años.
Julio Armando Guevara Ochoa nació el 17 de febrero de 1926 y brilló como violinista, compositor y director musical. Entre sus obras resaltan “A mi madre”, “Andes”, “Angélica” y “Romanza”. Estudió en el Conservatorio de New England (Boston) y actuó con éxito en el Carnegie Hall de New York, Canning House de Londres, Bellas Artes de México, Sala Tchaikovsky de Moscú, Teatro Imperial de Roma y Teatro de Shaghai. Recibió la Medalla de la Ciudad del Cusco en 1985 y fue declarado “Patrimonio Cultural Vivo de la Nación” en 1989. Sus cenizas se esparcieron en el río Vilcanota al morir en enero de 2013.
Miguel Ángel Hurtado Delgado nació en Acopia el 28 de octubre de 1922 y destacó como docente, músico y periodista. En 1945 compuso “Valicha”, huayno memorable interpretado por prestigiosas orquestas y coros internacionales. Estudió primaria en Sicuani, secundaria en el Colegio de Ciencias del Cusco y superior en la PUCP de Lima. Asesoró a la Comisión Calificadora de Conjuntos Folklóricos de Bellas Artes junto al notable escritor y etnólogo José María Arguedas. Dejó de existir el 13 de diciembre de 1951 al caer de un caballo en el pueblo de Chacamayu.
Las entradas están a la venta en Teleticket y la boletería del Gran Teatro Nacional desde 15 soles, con descuento del 50% para menores de 17 años, universitarios, estudiantes de institutos superiores, jóvenes del Servicio Militar Voluntario, mayores de 60, docentes de instituciones educativas públicas y miembros del CONADIS.
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